9/11 La Seguridad de la Salvación

9/11 La Seguridad de la Salvación

El posicionamiento de Dios, y el posicionamiento humano

 

Acerca de si la salvación se puede llegar a perder o no, hay que partir de dos posicionamientos muy diferenciados el uno del otro. El primero es el posicionamiento de Dios. El segundo es el del hombre.

 

Seguidamente pasaré a elaborar ambos posicionamientos.

 

El posicionamiento de Dios
“Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda (Salmo 139: 3, 4)

 

Empezaré haciendo una pregunta muy simple. ¿Sabe Dios quien es salvo? Parece una pregunta fácil de responder, y de hecho así es, pero en su respuesta radica toda la cuestión del asunto que ocupa este ensayo.

 

Podríamos emitir esa respuesta en dos partes y su conclusión:

 

1) Dios lo sabe todo.
2) Dios lo sabe todo desde siempre (Él es eterno), por lo tanto,
3) Dios sabe quién es salvo.

 

Partiendo de aquí, la salvación no se puede perder porque el que es salvo conforme a Dios, es porque lo es por siempre y desde siempre (hablo en términos de eternidad), y Dios lo sabe desde siempre. Veamos algunas escrituras que nos hablan de ello.

 

“en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Efesios 1: 5)

 

“En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinadosconforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad” (Efesios 1: 11)

 

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”(Romanos 8: 29, 30)

 

Esa predestinación, no sólo implica la explícita voluntad de Dios de salvar al individuo en concreto, sino que también significa el conocimiento anticipado o presciencia de Dios. Diciéndolo en términos naturales, Dios siempre ha sabido quien es salvo.

 

Dicho en términos más comunes, a Dios nada le coge ni le puede coger por sorpresa. Esa es una de las diferencias entre el Creador y la criatura.

 

“El que es verdaderamente salvo, lo es, lo ha sido y lo será, conforme a la perspectiva divina; desde la eternidad”

 

Más verdades en cuanto al llamamiento a salvación
Veamos más escrituras. Dios escogió a los que serían salvos desde el principio:

 

“Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad” (2 Tesalonicenses 2: 13)

 

El principio aludido en esa escritura, siempre hay que entenderlo como conforme a Dios, es decir, en términos de eternidad, y no de transitoriedad.

 

Seguimos. La salvación es cosa exclusiva del Padre:

 

“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6: 44)

 

Fuimos salvos según Su propósito (Su voluntad), antes de la creación del tiempo, es decir de la existencia que nos rodea, como la vemos y entendemos:

 

“[Dios] quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos (2 Timoteo 1: 9)

 

Por lo tanto, hasta aquí podemos señalar y también asegurar, que Dios sabe quiénes son Sus salvados. Fíjense en la siguiente declaración escritural, la cual no deja margen de duda alguna:

 

“aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús (Efesios 2: 5, 6)

 

Aquí vemos con claridad meridiana que para Dios, los salvos ya estamos resucitados y estamos sentados (lo cual implica actitud de descanso o reposo) en el cielo con el Señor Jesús. En otras palabras, Dios no sólo sabe, sino ve a los salvos, gozándose con ellos. Esto es así porque en la eternidad no existe el tiempo, sino que toda la realidad natural de todos los tiempos, pasado, presente y futuro, está cabalmente cumplida ante Él, y esto antes de que Dios creara las cosas visibles, de las que no se ven (He. 11: 3).

 

Por eso la Escritura también nos asegura que Dios sabe quiénes son los suyos:

 

“Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello:Conoce el Señor a los que son suyos…” (2 Timoteo 2: 19)

 

Por lo tanto esa salvación conforme Dios siempre la ha visto, no se puede perder.  

 

Insisto, conforme a Dios, la salvación no se puede perder.

 

“La salvación es el más precioso regalo de Dios al hombre, y sólo se recibe por la fe, la cual también la da Dios. Dios desea que todos sean salvos (1 Ti. 2: 4), aunque Dios salva a aquellos que quiere salvar (Ef. 2: 8)” en este caso el único pecado imperdonable que no tiene salvación es el rechazo a Dios, a Dios le plació salvar solo a quienes quieren estar con Él.

 

¿El que se dice nacido de nuevo puede pecar de forma fría y voluntaria?
“…ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Fil. 2: 12)

 

Digo: ¿El saber que Dios sabe que soy salvo, me ha de hacer relajar hasta el

 

punto de apartarme por el engaño del pecado (He. 3: 13)? Si así fuera, me estaría engañando a mí mismo creyendo que soy salvo.

 

Jesús dijo que los íbamos a conocer por el fruto (Mt. 7: 16). El fruto determina o muestra la realidad al respecto.

 

El que yendo a la iglesia con regularidad, llamándose a sí mismo cristiano, y habiendo recibido la luz de la verdad del Evangelio en su corazón – con todo ello – no muestra FRUTOS de Dios y peca a conciencia y de forma habitual, en realidad es un apóstata. A Dios no se le puede burlar (Gl. 6: 7)

 

Como dice MacArthur, “Judas Iscariote es un buen ejemplo de un discípulo a quien no le faltaba conocimiento pero que carecía de fe verdadera, y llegó a convertirse en el peor apóstata”. Judas Iscariote nunca fue salvo, siempre fue del diablo.

 

Leemos en Hebreos 3: 14; “Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio”

 

De ahí deducimos que los únicos que realmente han sido hechos participantes de Cristo conforme Dios lo entiende, son los que retienen firme hasta el fin la confianza del principio.

 

 

B. El posicionamiento del hombre
“Oh Jehová, ¿qué es el hombre, para que en él pienses, o el hijo de hombre, para que lo estimes?” (Salmo 144: 3)

 

Empezaré este punto haciendo otra pregunta muy simple: ¿Sabe el hombre quien es salvo? Pues a excepción del individuo en relación a sí mismo, obviamente, no.

 

La enorme diferencia entre la criatura (el hombre) y el Creador (Dios), es la limitación del primero, y la infinidad del Segundo.

 

Hay ministros que desde el púlpito se dirigen a todos sus oyentes asegurándoles que son salvos. Eso es necedad y engaño. No podemos presuponer que los participantes en la asamblea cristiana son todos de Cristo (cp. 2 Jn.10, 11).

 

“Dice la Biblia que el corazón del hombre es engañoso (Jer. 17: 9). No solamente a causa de la caída, sino que también podría serlo a causa de la propia limitación como criatura”

 

El hombre sólo ve y entiende hasta un límite
El hombre – incluso el más espiritual y rendido a Cristo de los hombres – puede llegar a estar convencido de algo, puede estar creyendo entender algo, puede estar seguro de algo, resultando estar equivocado; porque excluyendo la misma Palabra de Dios, todo lo demás está expuesto al error y al engaño. Esta es la realidad en lo natural que nos está tocando vivir en esta dispensación actual.

 

¿Podríamos extrapolar este mismo concepto al asunto de la salvación, en cuanto al hombre y su precariedad? Por supuesto que sí.

 

Diríamos que así como Dios conoce a los que son Suyos, el verdadero creyente (por tanto, salvo) no conoce necesariamente a los que dicen ser salvos, si lo son o no. Nadie nosotros podría condenar en vida a alguien porque sencillamente no podríamos saber a ciencia cierta quienes al final serían los salvos o no.

 

Me explico. Tantos de nosotros, los cristianos ya de años, hemos experimentado tantas sorpresas, alguna de ellas desagradable, como la de ver a queridos hermanos en la fe, que un buen día se apartan – ya no de la iglesia o de los hermanos – sino de Dios mismo y que a la larga a este hermano no se le vieron frutos de Dios sino solo apariencias humanas de bondad , llegando claramente a apostatar de la fe, por negarla no sólo con sus palabras, sino con sus hechos de práctica pecaminosa y voluntaria.

 

Llegados a ese punto, desde el posicionamiento del hombre, diríamos con toda naturalidad que tal hermano, ha perdido la salvación; concluyendo que la salvación se puede llegar a perder.

 

Eso es lo que nuestros ojos han visto y ven; esa es la evidencia; esa es la realidad. Indudablemente, es así…pero sólo según nuestro entendimiento, conforme a nuestra desmesurada incapacidad.

 

Respecto a ese “hermano” que ha visiblemente apostatado, si le preguntáramos a Dios, seguramente Él nos traería a la mente el siguiente pasaje de la Escritura:

 

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos… entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7: 21, 23)

 

Esto en cuanto a los que evidencian una apostasía, pero también los hay que no:

 

“Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. 7 Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad” (Lucas 13: 26, 27)

 

Son todos aquellos (y sólo el Señor sabe cuántos) que están en las iglesias de Cristo, y que a ojos nuestros son hermanos, pero no para Dios. Jamás fueron salvos.

 

Pongo estos ejemplos aquí para que podamos entender que en nosotros no está el saber todas las cosas, y que por tanto, nuestro posicionamiento en cuanto a saber si la salvación se pierde o no se pierde, nada tiene que ver con el posicionamiento de Dios, que es el que realmente cuenta. Otra vez: conoce el Señor a los que son suyos (2 Tim. 2: 19)

 

“Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. 7 Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad” (Lucas 13: 26, 27). Ir a la iglesia no es sinónimo de ser salvo; pero ir a la iglesia es mandamiento según la Ley de Cristo para todos los salvos (He. 10: 25)”

 

2. El salvo es el que verdaderamente ha nacido de nuevo

 

“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios…os es necesario nacer de nuevo (Juan 3: 3, 7)

 

La Biblia muy claramente nos dice que el que ha nacido de nuevo, verá el reino de Dios.

 

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús…Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8: 1, 2)

 

El hombre antiguo está crucificado con Cristo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2: 20)

 

Hay quienes enseñan que la persona que ha nacido de nuevo nunca puede pecar y se apoyan en 1 Juan 3:9.

 

“Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios (1 Juan 3: 9)

 

Este versículo nos presenta un problema cuando lo comparamos con algunas otras cosas que ya ha dicho Juan acerca del pecado. Pongamos este versículo tal como se encuentra en la versión Reina-Valera ’95:

 

Todo aquel que es nacido de Dios no práctica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.

 

Tomándolo en su valor facial, esto quiere decir que es imposible que peque el que es nacido de Dios. Ahora bien, Juan ya ha dicho: «Si decimos que no hay pecado en nosotros, nos engañamos a nosotros mismos y en nosotros no está la verdad;» y «Si decimos que no hemos hecho nunca nada malo, Le dejamos a Él por mentiroso;» y nos exhorta a confesar nuestros pecados (1Jn_1:8-10 ). Luego pasa a decir: «Si pecamos, tenemos un abogado con el Padre en la persona de Jesucristo.» Según parece, aquí hay una contradicción. En un lugar, Juan está diciendo que el hombre no puede ser nada más que pecador, y que hay una expiación por su pecado. En el otro lugar está diciendo, lo mismo de claro, que el hombre que es nacido de Dios no puede pecar. ¿Cuál es la explicación?

 

(i) Juan pensaba en categorías judías, porque no podía hacer otra cosa. Juan conocía y aceptaba el esquema judío de las dos edades,esta edad presente, y la edad por venir. Juan creía que, fuera como fuera el mundo, los cristianos, en virtud de la obra de Cristo, ya habían entrado en la nueva edad. Era precisamente una de las características de la nueva edad el que los que vivieran en ella estarían libres del pecado. En Henoc leemos: «Entonces también se concederá sabiduría a los elegidos, y vivirán todos sin pecar jamás otra vez, ni por ignorancia ni por orgullo» (Henoc 5:8). Si eso es cierto de la nueva edad, debería ser verdad de los cristianos que ya estamos viviendo en ella. Pero, de hecho, no es todavía cierto, porque los cristianos no han escapado todavía del poder del pecado. Podríamos entonces decir que en este pasaje Juan está estableciendo el ideal de lo que debería ser, y en los otros dos pasajes reconoce la actualidad tal como es. Podríamos decir que conoce el ideal y confronta con él a ‘los hombres; pero también encara los Hechos, y ve la cura que hay en Cristo para ellos.

 

(ii) Eso puede que sea así; pero hay más en ello. En el original griego hay una diferencia sutil en los términos que introduce una gran diferencia en el sentido. En 1Jn_2:1 , la exhortación de Juan es que no pequéis. En ese versículo pecar está en el tiempo aoristo,que indica un hecho particular y definido. Así que lo que Juan está diciendo claramente es que los cristianos no deben cometer pecados concretos; pero si resbalan en algún pecado, tienen en Cristo un abogado Que defiende su causa, y un sacrificio que les otorga el perdón. Por otra parte, en este pasaje, pecar está en elpresente, e indica una acción habitual.

 

Lo que Juan está diciendo se puede colocar en cuatro etapas. (a) El ideal es que en la nueva edad el pecado haya desaparecido para siempre. (b) Los cristianos deben tratar de hacer eso realidad, y con la ayuda de Cristo luchar para evitar actos individuales de pecado. (c) De hecho todos tenemos recaídas, y cuando nos sucede esto debemos humildemente confesárselo a Dios, Que siempre perdonará al corazón contrito y humillado. (d) A pesar de eso, ningún cristiano debe ser un pecador deliberado y constante. Ningún cristiano debe vivir una vida en la que el pecado domine sus acciones, si esto le pasa a un cristiano al que Dios reconoce como hijo, Dios lo encaminará a que acepte sus errores en arrepentimiento genuino ya sea con disciplina, corrección, látigo o castigo, Dios al que tiene por hijo reprende y castiga. Los hijos tibios no se irán en el arrebatamiento de la iglesia, si bien serán salvos en la dispensación de la gran tribulación ya no lo serán como la esposa de Jesucristo. Algunos recibirán la reprensión de Dios fuerte, pero esto les servirá para volver al camino de santidad al que Dios desea que todos sus hijos caminemos.

 

Juan no está colocando delante de nosotros un perfeccionismo aterrador; pero está demandando una vida que esté siempre vigilante contra el pecado, una vida en la que el pecado no sea normalmente aceptado, sino que se produce a veces en un momento anormal de debilidad. Juan no está diciendo que el que mora en Dios no pueda pecar; pero está diciendo que el que habita en Dios no puede seguir siendo un pecador consciente y voluntario. Si muere y se va al infierno de esa manera es una señal de que nunca fue hijo de Dios, nunca fue un nacido de nuevo y por consiguiente salvo.

 

El que ha nacido de nuevo, ha pasado de muerte a vida. Para el nacido de nuevo no es normal pecar voluntariamente pero si llega a pasar por un momento de debilidad, Dios es misericordioso para levantarlo no sin antes enseñarle las consecuencias de haber pecado voluntariamente. No podemos pensar que Dios va a pasar por alto un pecado voluntario sin antes enseñarnos a no volverlo a hacer.

 

Por tanto, insistimos en este punto que es crucial: no el que dice ser creyente. No el que dice ser cristiano. No el que dice haber tenido una experiencia con Dios. No el que ha tenido una experiencia con Dios. No, sino el que verdaderamente ha nacido de nuevo, este es el salvo a los ojos de Dios; es salvo conforme a Dios, y está por tanto sentado en los lugares celestiales junto con Cristo (Ef. 2: 6). Dios por Su Espíritu le revela que es salvo:

 

“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8: 16)

 

El que es salvo, lo sabe.

 

“¿Cómo puede estar usted seguro de que realmente alguien ha nacido de nuevo?”

 

Respuesta: “Usted no puede estarlo” sino solo por los frutos de Dios. Un inconverso jamás podrá dar los frutos de El Espíritu Santo. Porque sencillamente no podrá producirlos sin el que los hace producir.

 

Primer caso
a) Muchos hacen confesión de recibir a Cristo – pero sólo es una confesión de labios para afuera:

 

“Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de Mí”(Mateo 15: 8)

 

b) Muchos lloran por sus pecados, pero sólo “lloran”, no se arrepienten y se apartan,  muchos se encuentran cómodos en las iglesias, donde reciben amor, aceptación, cariño, etc.

 

“Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. 7 Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad” (Lucas 13: 26, 27) Por lo tanto, toda su manifestación espiritual fue sin duda conforme a apariencia externa. “Las lágrimas no siempre hablan de lo que hay en el corazón”  en las iglesias abundan los que se creen cristianos pero no han nacido de nuevo porque nunca han mostrado frutos de Dios en sus vidas, si estas personas que se hacían creyentes no fueron salvos al final, tampoco lo fueron al principio.

 

“El que está sellado con el sello del Espíritu Santo (Ef. 1: 13), en la economía de Dios lo está desde el momento en que antes de la fundación del mundo Él determinó que así fuera”

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